Ladillas
Polvos de Viejos Lodos
Por el Lic. Mefistófeles Satanás
Ya salio el peine. El enano quiere apaciguar a Obama ofreciéndole las nalgas (y la vida) de los soldados mexicanos. La idea es “integrar” a Mexico en el Comando Sur, o sea, la comandancia de la Festung Amerika o fortaleza que la paranoia gringa ha creado. Los mexicanos serian entonces la “carne de cañón” del imperio (ahorita ya los chicanos y los negros lo son pero, como ven, los mexicanos harán los trabajos que “ni los negros quieren”). ¡Que chingón! ¡Ahora los soldados mexicanos podrán matar a civiles en retenes en medio oriente! ¡Que los juanes demuestren lo que aprendieron balaceando civiles en Reynosa o Culiacán!
La evidencia es innegable. Ya el enano intentó meter mercenarios de la SyColeman a México (como se denuncio por primera vez en el sendero). Ya hace más de un año el PAN intentó derogar de la ley de neutralidad mexicana. Esa legislación prohíbe el despliegue de tropas extranjeras en el territorio nacional. Buques y aeronaves de potencias involucradas en una guerra tampoco pueden atracar o aterrizar en territorio mexicano. Así pues, si los gringos mismos admiten que están involucrados en “una guerra contra el terrorismo” entonces ni sus buques ni sus aeroplanos pueden tocar en tierra mexicana y tampoco pueden entrar sus tropas. Eso es lo que dice la ley. Y ya ven como se obedecen las leyes en México.
Otro componente de la ley de neutralidad (redactada en los cuarentas) prohíbe que México mande tropas al extranjero. Ya aquí les conté el crimen horrible que cometió Álvaro Obregón con unos yaquis que se le habían alzado. Hay que recordar que los yaquis eran tal vez la mejor infantería mexicana que jamás ha marchado. Aguerridos, durísimos, estos indígenas fueron la clave de la victoria del manco sobre Villa en Celaya.
Pero el manco no les cumplió a los yaquis después de que lo llevaron a la presidencia. En Sonora, los “blancos” seguían robándole a los yaquis sus tierras y sus animales y violando a sus mujeres. El manco los reprimió salvajemente y los transporto, con todo y sus familias, a Veracruz. Ahí los subieron a la fuerza en un buque español que los llevó al norte de África, al Rif, o sea el Marruecos español. Ahí forzaron a los yaquis a entrar a la legión extranjera española. Obregón los había vendido como carne de cañón para las guerras de España, igual que hoy ofrece el enano a los soldados mexicanos como carne de cañón para las guerras del imperio yanqui.
Los indígenas mexicanos, por sus huevos y arrojo, fueron el ariete de la legión extranjera española. Ni los españoles ni los europeos –franceses, alemanes, etc.—que servían en la legión igualaban el arrojo de los mexicanos. España los usó para reprimir a los movimientos de independencia de los nativos del Rif que querían mandar a la chingada a los gachupines. Esos infelices indígenas mexicanos nunca volvieron a México. Dejaron sus huesos en el Rif peleando por una causa injusta. Todavía cuando Franco se alzó contra la republica unos cuantos de estos mexicanos sobrevivían y eran parte de las fuerzas fascistas.
Lo cual nos lleva a descubrir una historia extraordinaria. Y es que en los treintas el estado mexicano NO ha era el títere de una potencia extranjera. Verán, el estado mexicano intervino activamente en la guerra civil española. Todos saben que México aceptó a los refugiados pero hay aun más. Cárdenas movió mar y tierra para comprar –a nombre de México—armas que serian entregadas a su vez a la republica.
La fuente más cercana de armamento para la republica española era Francia. En esos años gobernaba ahí un judío, de izquierda, León Blum. Este al principio accedió a suministrar armas a la republica. Sin embargo, las presiones de la derecha francesa obligaron a Francia a prohibir venderle armas a la republica. Fue entonces que la diplomacia mexicana entró en acción.
Encallado en un puerto francés se encontraba un buque argentino, el Berberé, viejísimo, casi por hundirse (como el Señor de los Mares que compró Reyes Herodes). Cárdenas le giró instrucciones al coronel Adalberto Tejada, embajador de México en España, que buscara la manera de transportar armas subrepticiamente de Francia a Alicante (este ultimo puerto estaba bajo el control de la republica). A México no le querían ni vender ni arrendar ningún buque en Europa. Tanto Franco como Alemania e Italia le ponían toda clase de obstáculos al gobierno mexicano. Nadie objetaba si México compraba el Berberé. Después de todo, era chatarra.
Tejada le encargo al capitán Manuel Zermeño Araico, comandante del cañonero mexicano Durango, que viera la manera de reflotar al Berberé. El Durango se encontraba en el mediterráneo evacuando a mexicanos y otros latinoamericanos que estaban atrapados por la guerra civil de España. Zermeño Araico y sus marinos lograron la hazaña de reflotar al Berberé y lo renombraron “Jalisco”. Subrepticiamente, el cónsul general de México en Paris, Epigmenio Guzmán, compró grandes cantidades de armas y municiones y las mandó a Marsella. Blum no podía ayudar abiertamente pero ordenó a la inteligencia francesa que se hiciera de la vista gorda.
El Jalisco zarpó de Marsella escoltado por el Durango con destino a Alicante. El convoy mexicano hizo varias travesías similares, llevando armamento a la republica. Pero pronto los espías de Franco detectaron lo que pasaba. El que se ofreció a detener el flujo de armas fue Mussolini, el que llamaba al mediterráneo el “mare nostrum” (nuestro mar). Un par de destructores italianos interceptaron el convoy. El comodoro italiano ordenó una salva que cayó a proa del Durango. Esta es la señal internacional de “deténganse”.
Pero Zermeño tenía huevos. Eran aguas internacionales. El convoy mexicano no estaba violando ninguna ley. Zermeño dio órdenes de encañonar a los italianos y ordenó izar el pabellón mexicano en el palo mayor del Durango. El convoy no vario ni su derrota (curso) ni su velocidad. La enseña patria se hundiría con el Durango, si, pero no se arriaría. Los marinos mexicanos esperaron serenos la orden de abrir fuego. El Durango no solo estaba en desventaja numérica sino también sus cañones eran menos potentes que los de los modernos destructores italianos.
A bordo del Jalisco, la tripulación trataba de forzar al máximo las maquinas viejísimas del Jalisco. Su capitán necesitaba todo el vapor posible para poder maniobrar y evadir las salvas italianas. Un solo obús italiano que tocara al Jalisco seria suficiente para hundirlo pues sus planchas eran delgadísimas y endebles. El éter vibraba con los mensajes telegráficos: de Zermeño a Tejeda y del comodoro italiano al almirantazgo del duce en Roma. Los serviolas italianos seguían transmitiendo el mensaje por semáforo: ¡Deténganse! ¡Deténganse! ¡Deténganse. Y las salvas italianas seguían cayendo a proa del Durango. La visibilidad era perfecta, con el cielo azul del mediterráneo y el sol de este iluminando la escena. Los mexicanos no tendrían neblina para encubrirlos. Zermeño meditaba si tal vez podría embestir a uno de los destructores italianos antes de ser hundido, por lo menos para llevarse a uno de esos cabrones por delante.
En Madrid, mientras tanto, Tejeda transmitió una orden terminante a Zermeño: bajo ningún pretexto se detendría el convoy mexicano. Se respondería a la fuerza. Tejeda también notificó al gobierno mexicano de la situación y Cárdenas aprobó todas las medidas que su embajador y sus capitanes habían tomado. El embajador de México en Roma de inmediato se presentó en el palacio del duce para levantar una protesta. Pues bien, como decía, confrontados con la valentía y resolución de los mexicanos, los italianos se arrugaron y los dejaron pasar.
Pero si la pequeña flota mexicana estaba comportándose con huevos, la diplomacia mexicana también realizaba grandes hazañas. Verán, Epigmenio Guzmán, el cónsul general de México en Paris, había mandado un agente, un tal Mejia, a Berlin. Después de todo, Alemania tiene fama de fabricar excelente armamento. Mejia de inmediato cayó bajo la vigilancia de la Abwehr, el servicio de contrainteligencia alemán. De inmediato lo arrestaron y encontraron que tenia evidencia comprometedora con él. Mejia ya se imaginaba que iba a acabar en Buchenwald, el campo para prisioneros políticos que el régimen nazi tenia afuera de Weimar.
Afortunadamente, el jefe de la Abwehr, el almirante Canaris, tenía cierta simpatía por los mexicanos (había estado involucrado en las negociaciones para venderle un submarino alemán a Pancho Villa durante la revolución). Canaris era antinazi y fue –en 1944-- uno de los involucrados en el atentado a Hitler, la operación Valkiria. El jefe de la Abwehr soltó a Mejia advirtiéndole que la ultra nazi GESTAPO probablemente también lo iba a vigilar pues la Abwehr había sido infiltrada por agentes de esta.
Mejia resulto un excelente agente. Evadió la vigilancia de la GESTAPO y logró comprar grandes cantidades de armamento alemán. Los fabricantes de armamento alemán, Thyssen, Krupp, etc., los mismos que habían impuesto a Hitler, no le hacían fuchi al oro mexicano (para el caso el oro de España era el de México). Bien decía Lenin que los capitalistas te venden la cuerda para colgarlos. Pronto grandes cantidades de cañones y obuses Krupp se embarcaron otra vez desde Marsella rumbo a Alicante a bordo del Jalisco y fueron clave en la defensa de Madrid donde los republicanos rechazaron a los moros (y tal vez unos cuantos yaquis) al servicio de Franco.
Y no solo fue esa la sola hazaña de los diplomáticos mexicanos (que entonces representaban a un estado digno). A los mexicanos dignos (me refiero a los renegados, no los fachos) les quiero presentar a Gilberto Bosques Saldivar. Don Gilberto era poblano (murió apenas en 1995 a la edad de 102 años) y sirvió a México como embajador y cónsul en varios países europeos durante los cuarentas. Bosques Saldivar estuvo entre los que se alzaron con los hermanos Serdan en 1910 contra don Porfirio y era incondicional del general Lázaro Cárdenas.
Bosques Saldivar era cónsul de México en Marsella cuando Francia cayó derrotada en 1940, En el sur de Francia se formó lo que se llamó la Francia de Vichy, encabezada por el entreguista Mariscal Petain y el asqueroso traidor de Pierre Laval. Estos dos cabrones, culoprontos igual que los PANistas, se ofrecieron a llevar a cabo las políticas antisemitas de Alemania y empezaron a arrestar judíos y a transportarlos a los campos de concentración nazis. Petain y Laval también empezaron a arrestar a los republicanos españoles que se habían refugiado en el sur de Francia y se los entregaban a Franco para que los ajusticiara con el garrote.
Bosques Saldivar, con el apoyo del general Cárdenas, otorgó pasaportes mexicanos a aproximadamente 40,000 judíos, republicanos españoles, gitanos, y disidentes políticos. Que quede claro: Schindler es famoso y hasta películas le hacen por salvar 1,200 infelices pero Bosques Saldivar, a nombre del gobierno del general Lázaro Cárdenas, salvó a 40,000. A Bosques Saldivar se le ha llamado el Schindler mexicano (yo llamaría más bien a Schindler el Bosques Saldivar alemán).
Como lo atestigua el mismo Bosques Saldivar: “…yo seguí lo que era entonces la política de mi patria y apoye a los heroicos republicanos y otros infelices a los que Hitler, Mussolini, y los vichyistas Petain y Laval querían asesinar…” Y lo repito para que no haya lugar a duda: “…lo que era entonces la politica de mi patria…” En ese tiempo México no tenía peleles en la presidencia.
El principal adversario de Bosques Saldivar era el SS Haupsturmfuhrer Klaus Barbie, conocido también como “el carnicero de Lyon”. En más de una ocasión los sicarios de Barbie y sus aliados de Vichy vieron a una presa escaparse de sus manos pues este les mostraba un pasaporte con el águila y la serpiente en su portada. ¡Como llegó a odiar el carnicero de Lyon el escudo mexicano! Finalmente, en 1943, la GESTAPO finalmente arrestó a Bosques Saldivar y a 40 otros diplomáticos mexicanos y los mantuvo preso hasta que el gobierno mexicano logro que los extraditaran a Suiza.
El heroísmo de Bosques Saldivar y su gente no es conocido en México. Pero su lugar en la historia esta siendo descubierto. Apenas el 13 de noviembre del 2008 varias organizaciones judías le hicieron un homenaje póstumo en Beverly Hills, California. También, en la misma Viena, sede del centro Simon Wiesental, se renombró recientemente una calle como la Bosques Saldivar Strasse.
Así pues, como ven, la historia demuestra que el estado mexicano ha ejercido su influencia y hasta poderío militar en la misma Europa. (Por eso sospecho que Cortes quemó sus naves para evitar que los mexicanos conquistaran y civilizaran a Europa y los hicieran bañarse a diario.) La diplomacia mexicana ha sido audaz, digna, y valiente y sus agentes avergonzarían de envidia a la MI5. Pero eso fue antes, cuando los gobernantes mexicanos eran patriotas y no unos peleles pusilánimes y entreguistas. La forma en que ahora recluta el enano a los mexicanos para ser carne de cañón del imperio es igual de vergonzosa a lo que hizo Obregón con aquellos valientes yaquis.
¡Que vergüenza me da la manera en que el secretario de marina, Saynes, le entrega las nalgas al gringo jefe del estado mayor conjunto de EEUU! ¡Parece perrito faldero! ¿Capan a los fachos en las escuelas de los legionarios? ¿Los acostumbran a que les guste darle las nalgas a los extranjeros? Los adjetivos de servil, traidor, culopronto, y cobarde se aplican bien a los (dizque) militares que hoy deshonran el uniforme mexicano tanto en el ejercito como en la marina.
¡Que bueno es contar como, en aquellos lejanos días de la guerra civil española, había marinos mexicanos con huevos abordo del Durango y del Jalisco! ¡Que alegría me da relatar la audacia del agente mexicano Mejia en el mismo Berlin! ¡Que orgullo es recordar las hazañas humanitarias de un Bosques Saldivar! Insisto: la historia demuestra que el pueblo mexicano es grande y heroico y pronto le pedirá cuentas a estos PANistas acomplejados, pendejos, cobardes, y traidores a la patria.
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