Enrique Peña Nieto, con los brazos y las piernas
cruzadas, tiene el rostro desencajado. Sentado entre dos académicos de la
Universidad Iberoamericana, al centro del escenario, es imposible disimular la
boca apretada, los ojos fulminantes y el gesto cada vez más endurecido por los embates de los estudiantes, que
cada cinco minutos lo abuchean.
Tiene de
frente un escenario desconocido para él en 46 días de campaña presidencial: no
le habla a “ectivistas”, simpatizantes o mujeres que se mueren por un beso
suyo; la mayoría de los ocupantes de las 300 butacas del auditorio José Sánchez
Villaseñor lo critican, lo espetan, lo repudian y hasta se burlan de él a unos
metros de su cara.
El
presidenciable no puede ni siquiera hablar sin interrupciones. “¡Asesino!, ¿y
Atenco?”, “¡Ignorante, ponte a leer!”, “¡Telecandidato basura!”, le vociferan
los alumnos, quienes interrumpen al exgobernador cada vez que pueden. Si no le
pueden gritar, sacan cartulinas con leyendas como “¡Peña, entiende, la gente
pensante no te quiere!” o máscaras con el rostro del expresidente Carlos
Salinas, que distraen al priista.
Cada
crítica a Peña Nieto es festejada con una ovación; cada respuesta del candidato
es castigada con un “¡Buuu!”; cada tímido aplauso de una minoría que simpatiza
con el priista es superada sonoramente por silbidos contra el mexiquense,
iluminado por una luz blanca que le acentúa las facciones descompuestas.
Peña
Nieto suda, se mueve en la silla, sonríe con una mueca y regresa a su rostro
desencajado. Nadie pensó que ese día que comenzó tan bien se convertiría en un
desastre.
La mañana
de este viernes, el equipo de la coalición “Compromiso por México” sentía que
su candidato presidencial había salido airoso de una entrevista en radio con la
periodista Carmen Aristegui; aseguraban que, pese a la animadversión que hay
entre él y ella, Peña Nieto había salido sin rasguños del encuentro.
Con esa
certeza, llegaron sonrientes a las instalaciones de la Universidad
Iberoamericana, en el poniente de la Ciudad de México. Los recibió una comitiva
encabezada por el rector José Morales Orozco y, a prisa, afinaron los detalles
del encuentro, que preveía 300 alumnos dentro del auditorio y el resto en la
explanada, donde podrían ver a las 10:00 horas el foro “Buen Ciudadano Ibero”
en pantallas gigantes.
A las
08:00 horas, con la explanada repleta, comenzó el primer incidente: un grupo de
estudiantes acusaron que un hombre de traje oscuro y corbata azul, integrante
del equipo de Enrique Peña Nieto, ofrecía 250 pesos a cada joven para que no
hiciera preguntas incómodas.
Una hora
más tarde, varios estudiantes confirmaron el rumor que circulaba en la
universidad y en redes sociales: habría una protesta dura contra el candidato
presidencial, que consistía en sacar mantas, cartulinas, gritar consignas y
pintarse de color rojo para simular un sangrado profuso.
Así que
circularon máscaras de cartón, plumines, cartulinas y mantas para recibir con
protestas a Peña Nieto. Un alumno de la carrera de Ciencias de la Comunicación,
Sergio Villanueva, encendió los ánimos cuando tiñó de sangre artificial un copete
plastificado que usan los simpatizantes del exgobernador.
En respuesta, otros jóvenes corrieron al estacionamiento, abrieron las cajuelas
de sus autos y sacaron láminas – idénticas a las de los mítines del PRI – para
apoyar a su candidato.
Unos y
otros se enfrentaban a gritos. “¡Jodidos!”, les gritaban unos; “¡ustedes ya ni
son alumnos”, respondían otros. Ante la acusación, los que coreaban a Peña
Nieto no quisieron mostrar sus credenciales vigentes de alumnos a la prensa.
“¡Los llamó el PRI, aquí ni estudian!”, reviraban los quejosos.
Con ese
ánimo, Peña Nieto entró por una puerta lateral al auditorio, se sentó e
inauguró sonriente el encuentro. Pensó, equivocadamente, que lo peor había
pasado.
El
candidato presidencial comenzó puntual a las 10:00 horas. Habló cerca de una
hora y expuso su proyecto de nación en temas como crecimiento económico,
combate a la pobreza, seguridad, apoyo al campo y turismo. Lo hizo
interrumpidamente, entre interpelaciones de quienes estaban dentro del
auditorio y de los abucheos de quienes estaban en la explanada y que colaban
sus gritos cada vez que alguien abría la puerta del foro.
“¡La
Ibero está con AMLO, no con Peña!”, “¡La prole de la Ibero no te quiere de
presidente!”, “¡Hijo de la chingada, asesino de pobres!”, “¡Obrador,
presidente!”, “¡Atenco no se olvida!”, vociferaban los estudiantes más activos,
que recibían aplausos generalizados de alumnos y hasta profesores que siguieron
las palabras de Peña Nieto hasta en los pasillos.
Afuera
del auditorio, la diputada federal Carolina Viggiano, cuñada del exgobernador
de Coahuila, Humberto Moreira, y coordinadora de Vinculación con la Sociedad
Civil en la campaña de Peña Nieto, estaba furiosa. Pedía a gritos que alguien controlara
a los jóvenes.
“¡Somos
invitados, no nos pueden tratar así!”, reclamaba Viggiano, quien en respuesta
recibió la negativa de callar a los alumnos en su universidad. Cuando los
medios de comunicación le pidieron su nombre a la legisladora, respondió de
manera brusca. “¡Investiguen, no les voy a decir!”.
Pero no
hubo quien detuviera a los alumnos. Siguieron así durante una hora, al centro
de la explanada, gritando hasta desgañitar la garganta, con las manos manchadas
de rojo y sosteniendo carteles. Como Renata Espinosa de los Monteros, de
la carrera de Arquitectura, muchos sacrificaron el “look”, manchar su ropa de
marca, arruinar el bronceado y despeinarse… para demostrarle a Peña Nieto que
ellos no son “gaviotas” ni “copetudos”.
Adentro
del auditorio, el ambiente no era menos tenso. En la sesión de preguntas y
respuestas, al exgobernador del Estado de México le llovieron cuestionamientos
incómodos: los feminicidios, el operativo en Atenco, la pobreza de su entidad,
su relación con Elba Esther Gordillo, la deuda en Coahuila que dejó Humberto
Moreira y su relación con las televisoras.
Moisés,
Anaís, Raúl, Adrián, Mariano, Alejandra, entre muchos otros alumnos, integraron
las preguntas de los cinco bloques que llevaron el enojo de Peña Nieto al
máximo. Cada cuestionamiento difícil arrancaba aplausos y el presidenciable
arrugaba cada vez más la frente.
Por
ejemplo, a la pregunta de por qué los estados gobernados por el PRI
concentraban el mayor número de ejecuciones y secuestros, el mexiquense dio una
respuesta larga que no agradó a los asistentes. Uno de ellos, le espetó “¡Contesta
bien, no tires rollo!”.
En otro
momento, Mario, estudiante de Humanidades, inquirió al priista qué haría para
mejorar la calidad de los indígenas, envueltos en una “anomia”. Ante la
expresión de desconocimiento de Peña Nieto por el término, el alumno le gritó
“¿Te lo explico?”, lo que provocó risas y burlas.
Protestas,
ironías, interpelaciones… así pasaron 30 largos minutos de preguntas y
respuestas para Peña Nieto. Con alivio, dio por terminado el foro al filo de
las 11:38 horas y se despidió mientras caminaba por la puerta lateral del
auditorio.
“¡Fuera,
fuera!”, “¡Asesino, asesino!”, coreaban los alumnos. El grito resonó en toda la
universidad. La Universidad Iberoamericana vibraba corriendo a gritos a quienes
las encuestas ven como el más cercano político a la Presidencia de la
República.
“Por fin,
acabó”, dijo un miembro del equipo de seguridad de Peña Nieto. Pero no; lo peor
aún estaba por venir.
Para
evitar que se topara de frente con sus detractores, el candidato presidencial
salió corriendo del auditorio, rodeado de guardaespaldas. Atravesó la puerta
del auditorio, cruzó un pasillo solitario en la biblioteca, entró al edificio
de la carrera de Arquitectura y subió al segundo piso para llegar al
Departamento de Diseño Ambiental, donde lo esperaba el rector. Se despediría e
iría a una reunión en el Club de Industriales en Polanco.
Atrás,
dejó a cientos de estudiantes que no pararon en increparlo. “¡Sólo las ratas se
van por las coladeras!”, “¡Da la cara, cobarde!”, “¿Así vas a gobernar?”,
gruñían, mientras corrían por todos lados del campus de Santa Fe para
encontrarlo.
La pasión
parecía que se desbordaría en cualquier momento: unos hablaban de aventarle
globos con agua, otros pintura roja y unos más se organizaban para gritarle al
unísono “¡AMLO presidente!”, para recordarle la visita triunfal que tuvo el
candidato presidencial de las izquierdas en ese mismo lugar.
Pero Peña
Nieto quería ir al baño antes de salir de la universidad, así que cruzó un
pasillo y, en la prisa, entró al sanitario de mujeres. Corrigió y entro al de
varones, pero cuando quiso regresar al Departamento de Diseño Ambiental ya era
muy tarde: Alejandro Soto y decenas de estudiantes lo habían visto y de
inmediato un grupo de jóvenes bloquearon las escaleras de caracol del edificio
para encontrárselo.
De
acuerdo con varios alumnos, el candidato presidencial permaneció en el baño
alrededor de cinco minutos, mientras su equipo de seguridad ideaba la
estrategia para salir; mientras, en la planta baja, los “chicos Ibero”
festejaban su proeza.
Finalmente,
tras 20 minutos de estar retenido, una operación de 50 segundos liberó a Peña
Nieto del baño y de la Universidad Iberoamericana: miembros del Estado Mayor
Presidencial fintaron a los alumnos al salir por un costado del edificio,
mientras el priista salía por el lado contrario y desandaba el camino del
auditorio para llegar a su camioneta Jeep Liberty blindada y escapar por la
puerta 9.
De nuevo,
se fue entre abucheos. Lo último que escuchó fue un coro “¡Enrique, entiende,
la gente pensante no te quiere” y los aplausos de los estudiantes que
celebraban la huída del exgobernador del Estado de México.
Una de
las mantas que se usaron en la explanada contra la visita Peña Nieto cuelga de
un árbol en un jardín de la universidad. Lo ha puesto ahí Rosana, una joven
rubia que empata con la imagen de “chica Ibero” que se tiene en el país.
“Es para
que vean que somos fresas, pero no pendejos”, comenta la estudiante, quien mira
con orgullo la manta en la que se lee “Todos somos Atenco”.
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