martes, 3 de junio de 2008

DIA DE SUPERMERCADO

ESTE ARTICULO ME LO ENVIA UN AMIGO DE SLP. OJALA QUE NOS HAGA REFLEXIONAR:

DIA DE SUPERMERCADO


Ordinariamente no soy un “contra”, ni mucho menos un “ultra”. Procuro saludar lo mejor posible a mis vecinos y cumplir con mis obligaciones ciudadanas, aún y cuando éstas no ganen notoriedad.
Escucho con regularidad los noticieros de radio y me mantengo alerta con los de televisión. Hay una de las dos únicas cadenas de televisión comercial que definitivamente clausuré en mi aparato de control remoto porque han demostrado ser (los conductores, los noticieros en sí y sus productores) unas auténticas aberraciones de la comunicación. Su competencia no se queda tan atrás pero al menos tratan de ser más sutiles, menos amarillistas, como se dice en el argot periodístico de lo que se busca vender aún a costa de la propia madre… me pregunto si las televisoras tienen madre. No, claro que no la tienen.
El pasado día de la elección, acudí a las urnas y no voté por el chaparrito de lentes que se promocionó por ser el hijo desobediente (¿hijo del presidente?) porque esperaba más de lo mismo –pero en chiquito-, de lo que a todos los mexicanos, panistas y no, nos embadurnó Vicente Fox, ranchero de pocas pulgas y pocas neuronas desgraciadamente. Cuando por los noticieros me enteré de su aparente victoria, creí que lo mejor sería mantener mis intestinos en su sitio, sanos y sonrosados y esperar a que algún cataclismo hundiera en el piso la residencia oficial de Los Pinos… (vaya ¡a qué grado de impotencia hemos llegado los mexicanos!), y así hubiera un cambio de Presidente al menos.
Hoy fui al supermercado y lamento que no haya en estos establecimientos algo parecido a lo que existe en los Estados Unidos, en materia de armamento de “defensa personal y familiar” de lo contrario habría dejado una nota a mi familia explicándoles lo drástico de mi medida: echar bala desde la intrincada y deforestada Sierra de San Miguelito, apenas a media hora de mi ciudad.
Mi presupuesto calculado como todo buen consumidor consciente de las necesidades “creadas” por la mercadotécnica, no me alcanzó para maldita la cosa, como dijera un doctor y profesor mío en la materia de Anatomía.
Como buen padre soltero y amo de casa, revisé una y otra vez mi lista (no salgo sin ella, decía el de las tarjetas) y con sorpresa ví que mis cálculos aritméticos sobre costos de los artículos que adquiriría casi no me alcanzan ni para la mitad de lo que requería en ese momento mi despensa. Salí de ese establecimiento comercial prometiéndome que no volvería a poner un solo pie en ese sitio en donde, como en los palenques con peleas de gallos arregladas, despluman a los parroquianos que ebrios, buscan mejorar su suerte.
Entré a otro establecimiento comercial y lista en mano, me dispuse a adquirir mis artículos de la canasta básica. No se necesita ser economista para saber que los precios se dispararon tras el famoso acuerdo entre Felipe Calderón y los dirigentes y propietarios de cadenas comerciales, como en la que estaba parado ahora y de la otra que abandoné furibundo, clamando venganza al cielo patriótico y esperanzado en que Zeus fulminara esos centros de robo legalizado. El acuerdo valió para maldita la cosa… bueno no, rectifico, sirvió para respaldar los aumentos en cascada de todos los artículos básicos (creo que la canasta hace tiempo perdió su consistencia y se volvió bolsa).
Al borde de la insurrección escribo esto, esperando que mi metralla llegue hasta el ombligo de quienes desde el poder, siguen creyendo que los mexicanos y las mexicanas; las amas y amos de casa, nos seguimos chupando el dedo con el viejo cuento del cambio, la democracia, la globalización y de que a México le pelan los dientes las recesiones gringas. Desde el poder primero acabaron con el campo y sus productores, hoy pretenden reactivarlo bajo el mismo modelo que lo quebró hace años. No hay independencia, mientras las tortillas y las chuletas estén en otras manos, diría Zapata o Hidalgo, o los dos a propósito del centenario y del Bicentenario.
Caray, no soy “ultra” ni “contra”, pero con estos precios, si sobrevivo, me tiro a la Sierra a seguir echando bala, aunque sea como ésta, de papel.


José Cecilio Monzón Rivera

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