miércoles, 3 de febrero de 2010

"Twitahólico"

Genaro Lozano




NUEVA YORK.- Mis amigos del doctorado ya no me soportan. Literalmente me dijeron que la única razón por la que no me borran del Facebook es porque me “tienen cariño”. La razón: mis constantes actualizaciones de status en Twitter se van directo a mi Facebook por una aplicación que bajé para conectar mis perfiles en ambas redes sociales.

Hace unos meses, me encantaba Facebook precisamente porque veía imágenes de mis amig@s esparcid@s en las ciudades donde he vivido y me hacían sentirme cerca de ell@s y de sus vidas -las sigo viendo, ¡no me borren! Hoy literalmente me siento #cheatingonFacebook #poniéndoleelcuernoaFacebook.

Mi novio ya me pasó su restricciones anti Twitter: no puedo twittear mientras comemos, ni cuando vamos al cine, ni cuando vemos una película ni cuando estamos juntos en casa. #Yoconfieso que he inventado que tengo que ir al baño y lo hago para ver rápidamente qué está pasando en Twitter. Cuando hablamos por teléfono él ya encontró la forma de darse cuenta que “le estoy dando al twit”.

Creo que Harlem, mi perrita, está deprimida, duerme más que de costumbre y por eso creo que no se quiere levantar en las mañanas. Ya no la llevo al parque rigurosamente como antes y hasta creo que subió unos kilos de más.

En mis clases de repente no escucho a mis profesores o las discusiones de mis colegas por estar siguiendo discretamente el último tema de debate a través de un #hashtag. Que si la #ACTA se está negociando secretamente, que si la #ANCA será este fin de semana, que si se debe hacer un “cabildeo judicial” sobre el #matrimoniodf, que si la #reformapolitica ya se murió, que si la alianza de PRD y PAN es un #Fail, que si mañana hay una marcha por el #derechoadecidir, que si Steve Jobs literalmente dijo #kindletumadre con su nuevo #iPad, etc.

Antes de acostarme, lo último que hago es revisar Twitter. Me levanto y tengo el celular a lado de la cama y empiezo a revisar Twitter. Terminar las novelas de Herta Müller, Christopher Isherwood y J. M. Coetezee en enero me costó más que de costumbre. Ha bajado mi rendimiento para las lecturas adicionales al material de mi tesis. Leo menos novelas mensualmente desde entonces, pero eso sí, leo más twitts. Soy un Twitahólico.

En lugar de llamarle por teléfono a mis amig@s o de verlos por video en Gmail o en el MSN para preguntarles cómo están y en qué están, ahora les twitteo. Con algun@s de ell@s he tratado incluso de decirles deliberadamente “estás adicto al Twitter” y la respuesta es casi siempre la misma que yo le doy a todo mundo: ¡pero si hago todo lo que tengo que hacer!, preparo mi clase, escribo un ensayo, voy al gimnasio, paso a recoger a los niños al kínder, cocino, voy a juntas, etc. Como si no existieran los #functionaljunkies #adictosfuncionales.

Hace unas semanas un amigo me dijo que en diciembre estuvo a punto de irse a “Twitcéanica”, no es broma. En Internet abundan ya sitios web y blogs con fotos, artículos o cartones que se mofan de la más reciente adicción de las sociedades de clase media – tal vez destacarían Jorge Castañeda y Rubén Aguilar por aquello de la relación que encuentran entre las adicciones y el nivel adquisitivo.

De acuerdo con un estudio, México es el onceavo país del mundo con usuarios de Twitter registrados, lo cual concuerda, extrañamente, con la posición de México con respecto a su población comparada a nivel mundial. Extrañamente porque tod@s conocemos el alto costo del Internet en México y la poca penetración que hay.

Ese estudio también afirma que el 75% de la actividad que se genera en Twitter (nuestros twits) lo genera (generamos) apenas el 5% de los usuarios. Osea, si llevas apenas cuatro meses en Twitter y ya superaste los 5 mil twits, eres parte de ese grupo.

No me quiero prestar a malinterpretaciones. Hace varios meses escribí sobre uno de los puntos positivos que como politólogo le veo a Twitter, en especial como recurso de movilización de movimientos sociales en México, en Irán, en Venezuela, aunque también creí que el problema es que no hay que twittear solos. Como internacionalista también he visto y escrito sobre el potencial que tiene esta red social para hacer diplomacia pública y avanzar el llamado poder blando de un país, por ejemplo. Como articulista, he encontrado lectores y la mejor retroalimentación a lo que escribo (y claro, un par de trolls). Como persona, me he sentido menos solo al asomarme a los registros de vida de otras personas- sí, los doctorados son solitarios. Además asumo que tod@s nos sentimos un poco sol@s en la vida que tod@s tenemos un enorme deseo de ser escuchad@s y tomad@s en cuenta.

Twitter, como todo, tiene un lado muy brillante, pero también tiene un lado oscuro, tal vez alienante, diría Marx. Hoy en la tarde me iré al parque y trataré de limitar mis twitts. Harlem será la más feliz.

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