PAN preservó por medio siglo su esencia, pero fue incapaz de gestionar el poder y se impregnó del sistema de valores que había combatido y actualmente deambula como clon priista. Hoy existe evidencia empírica que permite entender mejor la génesis del principal dilema panista. Hago una aclaración. No estoy acusando de corruptos a todos y cada uno de los panistas. Nada de eso. Escribo pensando en el drama de aquellos panistas que crecieron con un marco de valores sólido y que ahora ven con azoro la incapacidad de su partido para contener la corrupción que se pasea oronda, después de haber enfrentado y derrotado con serenidad, donaire y aplomo al vendaval de la alternancia. ¿Qué sucedió?, o para ser más preciso ¿cómo fue que sucedió?
La respuesta más fácil es levantar el dedo acusador y orientarlo hacia Guanajuato, en donde viven quienes mejor encarnan la "caída": Vicente Fox y Marta Sahagún. Es interesante ver que ése es uno de los puntos de consenso de buena parte de los entrevistados por Carmen Aristegui para su indispensable libro, Transición (Grijalbo, 2009). ¿Se justifica satanizar a la pareja que gobernó México o estamos ante otra manifestación de la legendaria mala leche del bilioso "círculo rojo"? Jorge G. Castañeda se inclina por lo segundo. En su ensayo "Fox y los intelectuales" (Letras Libres, junio de 2008), considera que en su tratamiento de Fox la "inteligencia [estuvo influida por] sus viejos prejuicios y privilegios" y que eso explica el destazamiento del gobierno de Marta y Vicente. ¡Por supuesto que hay algo de elitismo sangrón y defensa de canonjías! Sin embargo, Castañeda guarda silencio sobre un ingrediente central tras la ruptura. Fox se vendió como un reformador socialdemócrata pero cuando entró a Los Pinos abandonó sus compromisos y se capituló, rindió, arrodilló, doblegó, etcétera, frente a los usos, costumbres e intereses del pasado. En su gobierno no hubo verdad ni justicia sobre las grandes violaciones a los derechos humanos; tampoco combatió la corrupción ni derrotó las desigualdades; y en su obsesión por frenar a Andrés Manuel López Obrador arruinó la equidad y confiabilidad de las elecciones que habían sido la base de su entendimiento con los intelectuales.
Estarían luego los cambios epidérmicos. Cuando la pareja estaba en campaña se presentaba como gente sencilla y campechana; al instalarse en Los Pinos sobrevino una metamorfosis que incluyó al lenguaje porque, para hacerse un lugar en el mundillo intelectual, rociaron sus discursos con citas de pensadores de 2 talla mundial. Las pifias y dislates se amontonaron y el despellejamiento fue despiadado. ¿Quién tendrá más responsabilidad? ¿Los periodistas e intelectuales que señalaron con sarcasmo y mala leche los despropósitos de la pareja o quienes pretendieron ser lo que nunca fueron, son o serán?
Con toda la importancia que tienen, las biografías individuales son insuficientes para entender la transformación del PAN. A reserva de que siga abundando sobre el tema, el primer gran parteaguas fue el desplegado de noviembre de 1988, en el cual le concedían a Carlos Salinas de Gortari la posibilidad de legitimarse con resultados. Después estarían los métodos de Diego Fernández de Cevallos o la alianza de Fox y Felipe Calderón con Elba Esther Gordillo, una maestra que, por cierto, también se presentaba como socialdemócrata en la década de los años noventa.
Éstas y muchas otras historias personales se subsumen en la evolución del colectivo. Hay información empírica que lo demuestra. Otro hallazgo del último libro de Alejandro Moreno, La decisión electoral (Porrúa, 2009), es que las victorias panistas en las urnas causaron incrementos notables en los militantes y simpatizantes del PAN. Quienes se identifican como "panistas -escribe- son de nueva forja" (pp. 75 y 88).
Las cifras confirman que, a partir de los años noventa, el PAN enfrentó el asedio más intenso y violento de su historia. El organismo y sus líderes vivieron la embestida de búfalos y jilgueros entrenados para masajear egos, acomedirse a hacer "todo lo que se le ofrezca al/a señor/a" y resolver todos los problemas porque un buen cuadro del "sistema" es doctor en todología. Moreno encontró en sus encuestas que un alto porcentaje de quienes se desencantaron con el PRI, cuando éste perdió fuerza, eligieron como su principal destino al PAN. Es paradójico que los panistas, que tanto criticaron al PRD por ser un desprendimiento del PRI, terminaron siendo el nido elegido por la mayoría de tránsfugas priistas.
Uno de los grandes dramas de la condición humana es manejar el poder o las ansias de alcanzarlo. Llevarlo a un plano más inmediato, una versión mexicanizada del mito fáustico sería el dilema que enfrentan los panistas de viejo o nuevo cuño: ¿seguirán siendo una copia pirata de los peores usos y costumbres priistas o encontrarán en su pasado heroico y prosaico la inspiración para redefinir su identidad?
La respuesta más fácil es levantar el dedo acusador y orientarlo hacia Guanajuato, en donde viven quienes mejor encarnan la "caída": Vicente Fox y Marta Sahagún. Es interesante ver que ése es uno de los puntos de consenso de buena parte de los entrevistados por Carmen Aristegui para su indispensable libro, Transición (Grijalbo, 2009). ¿Se justifica satanizar a la pareja que gobernó México o estamos ante otra manifestación de la legendaria mala leche del bilioso "círculo rojo"? Jorge G. Castañeda se inclina por lo segundo. En su ensayo "Fox y los intelectuales" (Letras Libres, junio de 2008), considera que en su tratamiento de Fox la "inteligencia [estuvo influida por] sus viejos prejuicios y privilegios" y que eso explica el destazamiento del gobierno de Marta y Vicente. ¡Por supuesto que hay algo de elitismo sangrón y defensa de canonjías! Sin embargo, Castañeda guarda silencio sobre un ingrediente central tras la ruptura. Fox se vendió como un reformador socialdemócrata pero cuando entró a Los Pinos abandonó sus compromisos y se capituló, rindió, arrodilló, doblegó, etcétera, frente a los usos, costumbres e intereses del pasado. En su gobierno no hubo verdad ni justicia sobre las grandes violaciones a los derechos humanos; tampoco combatió la corrupción ni derrotó las desigualdades; y en su obsesión por frenar a Andrés Manuel López Obrador arruinó la equidad y confiabilidad de las elecciones que habían sido la base de su entendimiento con los intelectuales.
Estarían luego los cambios epidérmicos. Cuando la pareja estaba en campaña se presentaba como gente sencilla y campechana; al instalarse en Los Pinos sobrevino una metamorfosis que incluyó al lenguaje porque, para hacerse un lugar en el mundillo intelectual, rociaron sus discursos con citas de pensadores de 2 talla mundial. Las pifias y dislates se amontonaron y el despellejamiento fue despiadado. ¿Quién tendrá más responsabilidad? ¿Los periodistas e intelectuales que señalaron con sarcasmo y mala leche los despropósitos de la pareja o quienes pretendieron ser lo que nunca fueron, son o serán?
Con toda la importancia que tienen, las biografías individuales son insuficientes para entender la transformación del PAN. A reserva de que siga abundando sobre el tema, el primer gran parteaguas fue el desplegado de noviembre de 1988, en el cual le concedían a Carlos Salinas de Gortari la posibilidad de legitimarse con resultados. Después estarían los métodos de Diego Fernández de Cevallos o la alianza de Fox y Felipe Calderón con Elba Esther Gordillo, una maestra que, por cierto, también se presentaba como socialdemócrata en la década de los años noventa.
Éstas y muchas otras historias personales se subsumen en la evolución del colectivo. Hay información empírica que lo demuestra. Otro hallazgo del último libro de Alejandro Moreno, La decisión electoral (Porrúa, 2009), es que las victorias panistas en las urnas causaron incrementos notables en los militantes y simpatizantes del PAN. Quienes se identifican como "panistas -escribe- son de nueva forja" (pp. 75 y 88).
Las cifras confirman que, a partir de los años noventa, el PAN enfrentó el asedio más intenso y violento de su historia. El organismo y sus líderes vivieron la embestida de búfalos y jilgueros entrenados para masajear egos, acomedirse a hacer "todo lo que se le ofrezca al/a señor/a" y resolver todos los problemas porque un buen cuadro del "sistema" es doctor en todología. Moreno encontró en sus encuestas que un alto porcentaje de quienes se desencantaron con el PRI, cuando éste perdió fuerza, eligieron como su principal destino al PAN. Es paradójico que los panistas, que tanto criticaron al PRD por ser un desprendimiento del PRI, terminaron siendo el nido elegido por la mayoría de tránsfugas priistas.
Uno de los grandes dramas de la condición humana es manejar el poder o las ansias de alcanzarlo. Llevarlo a un plano más inmediato, una versión mexicanizada del mito fáustico sería el dilema que enfrentan los panistas de viejo o nuevo cuño: ¿seguirán siendo una copia pirata de los peores usos y costumbres priistas o encontrarán en su pasado heroico y prosaico la inspiración para redefinir su identidad?
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